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 A los 75 años, Cohen aún encandila

PHP-NukeFrancisco Suárez Álamo
Las Palmas de Gran Canari
Canarias7, CULTURA

Uno de los deportes favoritos de los estadounidenses es reírse de sus vecinos del norte, los canadienses. Pero, como en todo, hay excepciones: Leonard Cohen es una de ellas. Nacido en Montreal, Cohen tiene el perfil de las leyendas que tanto gustan a los estadounidenses y, en paralelo, ese toque de hombre humanista, polifacético y vividor que lo emparenta con la cultura europea. Ahora, a punto de cmplir 75 años, una edad en apariencia más propia para cantar el Abuelito, dime tú, de Heidi, Cohen es actualidad en España por haber incluido a nuestro país en una gira que lo lleva por una decena de ciudades, con parada el próximo día 10 en Madrid, en el Palacio de los Deportes, un concierto que es una réplica del disco Live in London, en el que, a su vez, se recoge un recital en la capital británica. Allí por donde ha pasado, ha agotado las localidades, y eso que los precios no son precisamente baratos, y ha demostrado que el paso del tiempo, los excesos vitales y el infortunio económico no hacen mella. O, quizás, mejoran la buena materia prima que lo convirtió en los años 70 en un referente de la canción de autor.


© 2009 Canarias 7

Video do concerto no Parque de Castrelos - Vigo - Agosto 13 2009


Ante su gira, surgen sobre la marcha dos preguntas: ¿qué necesidad tiene este hombre de subirse de nuevo a los escenarios? y ¿por qué sigue encandilando al público? Respecto a la primera, la leyenda urbana, que el propio Cohen ni ha desmentido ni ha confirmado, señala que un buen descubrió que el equipo encargado de llevar sus finanzas lo había estafado, de manera que los ingresos millonarios por sus canciones se habían volatilizado y se encontraba en la ruina. Para paliar esa situación, surgieron las actuaciones en Londres que luego se convirtieron en el disco Live in London y, ante el éxito del mismo,  se planteó la gira que desde finales de julio lo ha tenido paseando por diversas ciudades peninsulares.


En Madrid lo espera ansiosamente una multitud el próximo día 12. Las entradas más caras, entre 80 y 90 euros, desaparecieron a los pocos días de ponerse a la venta y las excelentes críticas de sus conciertos anteriores hacen prever un lleno en el céntrico Palacio de los Deportes -con un aforo de unas 20.000 personas, aproximadamente-. Allí esperan un recital que Cohen va clonando de ciudad en ciudad desde Madrid: un repaso de dos horas a sus grandes éxitos; una sencilla coreografía en la que la gracia la ponen las coristas; unos músicos de primera; una estética minimalista a base de vestuario en tonos negros, grises y azules y, por supuesto, las canciones de Cohen.


Esto último es, precisamente lo que responde a la segunda de las preguntas anteriores: ¿por qué sigue atrayendo al público cuando ya han pasado 41 años de su primer disco -Songs of Leonard Cohen, de 1968-. Pues porque en sus actuaciones siguen estando presente Suzanne, So long, Marianne, The partisan, Chelsea Hotel,  Everybody knows, Halellujah, I’m your man, Tower of songs, First we take Manhattan...


Entre los primeros y los últimos median treinta años y una evolución incuestionable pero el público los ha asumido como parte indisoluble de un todo. Y ése todo conecta con la personalidad de Cohen, un tipo que ha ido creando su propio mito: diez años de reclusión casi absoluta en un monasterio budista, una devoción confesa por la cultura española desde que cogió una guitarra clásica y descubrió los poemas de Federico García Lorca; una bajada a los infiernos -repetida varias veces en su vida- de la mano de las drogas; relaciones tormentosas con sus parejas sentimentales y, finalmente, una puesta en escena que lo convierte casi en un místico moderno. Como Santa Teresa de Jesús pero con una vida nada santa...


El amor -en realidad, el desamor-, la religión, las relaciones de pareja, el sexo y un creciente humor negro forman parte del imaginario de sus letras. En cuanto al sonido, el disco I’m your man, de 1988, marca un antes y un después en la trayectoria de Cohen. Idolatrado en los inicios como un gran cantautor por un público algo minoritario, en ese año millones de personas se enganchan a un cantante que se rodea de sintetizadores, que introduce ritmos pegadizos y coros con sabor a blues y jazz y que muta su voz radiofónica de juventud en un susurro que, a fecha de hoy, a veces resulta inaudible. De hecho, en alguno de sus últimos conciertos la crítica ha dicho más o menos lo que contaban de Lola Flores cuando debutó en el Madison Square Garden: no sabe cantar, no sabe bailar... pero no se la pierdan. Cohen sigue sabiendo cantar pero es tan consciente de la popularidad de sus canciones y de la comunión con el público, que lo de menos es si se salta un verso o si no se entiende lo que dice: para eso está el respetable, para hacerle los coros.
La prueba del algodón de que el paso del tiempo es una prueba felizmente superada por Cohen lo da el hecho de que sus temas han gozado -y sufrido- de versiones de los más diversos cantantes.  Para la antología queda Tower of songs, disco editado en 1995 y en el que nombres de la talla de Elton John, Billy Joel, Bono, Sting y The Chieftains, Peter Gabriel, Aaron Neville, Suzanne Vega o Willie Nelson se atreven con -¡de nuevo los mismos hits y también los hitos- Everybody Knows, Bird on a wire, I’m your man y la propia Tower of songs. En España, nombres y estilos tan diversos y peculiares como los de Luis Eduardo Aute, Christina Rosenvinge, Enrique Morente, Enrique Bunbury o Nacho Vega han puesto voz a las letras de Cohen.


En el cine, sus temas forman parte de las tramas de filmes tan en extremos opuestos como Asesinos natos, de Oliver Stone; la reciente Watchmen, basada en la novela gráfica del mismo nombre de Alan Moore; algún episodio de House y de Orange County en el filme de Lars von Trier Breaking the waves. Y para los amantes de las rarezas, una pieza cotizada en las tiendas de DVD: los dos episodios de Corrupción en Miami -va en serio, no es broma- en los que Leonard Cohen intervino encarnando a un capo del narcotráfico. Eran, como él mismo reconoce, los años en los que su vida no se diferenciaba mucho del personaje y en los que, como dice ese Lorca que tanto le gusta, hay  que llegar al borde, a la herida, para encontrarse con uno mismo.
Cohen, por suerte, se reencontró; subió de los infiernos a los que había bajado voluntariamente y regresó a los escenarios. Ya sea por la fortuna que el equipo de asesores le birló o por consejo de su guía budista, su legión de seguidores en todo el mundo se lo agradece. Aunque no cante, sino sólo susurre.

Link: Canarias 7



 
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